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Called to Heal (Spanish)

An English translation is available here

Prediqué esta homilía en San Andrés, Sunset Park, Brooklyn el 3 de julio 2022. Fue basada en las lecturas de Proper 9, Year C, RCL

En las lecturas de hoy escuchamos dos historias sobre la curación. La primera es la conmovedora historia de Namaan, un comandante en el ejercito, quien sufría de lepra. El Libro de los Reyes describe cómo, cuando se le presentó por primera vez una cura, Namaan dudó de que algo tan simple como bañarse en un río pudiera curarlo. Había sufrido por tanto tiempo, había tenido demasiado dolor, que no creyó que fue posible. Finalmente, superó su duda, se bañó en el río, y su piel fue “restituida como la piel de un niño”.

De manera similar, en la lectura del Evangelio de Lucas, Jesús envía a setenta de sus seguidores a "curar a los enfermos", ¡pero nota! Como Namaan, las personas que viven en los pueblos y aldeas tuvieron que abrir sus corazones y casas para recibir esta atención médica. Jesús manda a sus discípulos que sanen pero también les advierte que habrá gente que dude y los rechace cuando visiten los pueblos.

Estas dos historias nos dicen algo sobre los poderes curativos de Dios. Muchas veces, los poderes curativos están disponibles. Son cosas simples como bañarse en el río, lavarse las manos, llevar una mascarilla, recibir una vacuna, visitar el médico, o comer más vegetales (eso es para mí). Pero como Namaan y la gente de los pueblos, tenemos que abrir nuestros corazones para aceptar este consejo. Para ser sanado, Namaan tuvo que superar su duda. Para curarse, la gente de los pueblos primero tenía que dar la bienvenida a los que habían sido enviados a ellos. Quizás la lección para hoy es simplemente que el poder curativo de Dios ya está disponible, pero necesitamos aceptar este milagro cuando se nos presente.

La otra cosa que revelan estas dos lecturas es la larga y estrecha asociación entre Dios, la salud, y la atención médica. Esta vinculación ya está en los comienzos de nuestra tradición de fe. En el libro Anden en Amor: Creencias y Prácticas Episcopales, los autores escriben que la unción de los enfermos, la oración por la curación, y la atención médica, especialmente de los pobres, se remontan a los orígenes de las comunidades cristianas — de hecho, al envío de los setenta discípulos como escuchamos en el Evangelio de hoy.

En otra parte del Nuevo Testamento, en la Carta de Santiago, escuchamos al autor proclamar:

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Deben llamar a los ancianos de la iglesia y pedirles que oren por ellos, ungiéndolos con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe salvará a los enfermos, y el Señor los levantará; y cualquiera que haya cometido pecados será perdonado.

Desde el principio, entonces, los cristianos han estado muy involucrados en el trabajo de sanar, orar, ungir y cuidar a los enfermos.

De hecho, aunque mucha gente no sabe esto, también los cristianos crearon uno de los primeros hospitales. Llamado el Basiliad, este hospital fue construido en las afueras de la ciudad de Cesarea, en lo que ahora es el país de Turquía. Fue creado por Basilio el Grande en el siglo cuarto. Basilio fue un obispo que tenía una preocupación especial por los pobres de su ciudad. El hospital fue construido para llevar atención médica a ellos y a los otros grupos marginalizados, incluyendo personas como Namaan que sufrían de lepra.

Esta estrecha conexión entre los cristianos, la atención médica, y los hospitales es la razón por la cual, cuando caminas por Brooklyn hoy, todavía ven tantos hospitales que llevan nombres de santos cristianos.

Es importante conocer esta historia porque nos cuenta las formas varias en que los cristianos llevaron a cabo este mandamiento de Jesús sanar a los enfermos. Después de que Jesús envió a los discípulos, más tarde escuchamos que ellos regresaron a él y le informaron que no solo curaron a los enfermos sino también que el mal mismo, es decir, los demonios de la sociedad, se les sometió.

Esta es una declaración notable porque indica que sanar el mundo no se trata sólo de sanar el cuerpo, sino también de sanar nuestra sociedad. Esta hablando de demonios como la violencia y la injusticia, la pobreza y el hambre, las tragedias vinculadas con la políticas injustas sobre la inmigración. Esta hablando de la salud de nuestras comunidades, esta ciudad, y tambíen de este país.

¿Qué significaría entender nuestro propio papel de esta manera? ¿Qué significaría si nos entendiéramos como enviados por Dios para orar y sanar a los enfermos, pero también para orar y ayudar a sanar un mundo herido y quebrantado? Esta es una forma más amplia de entender el mandamiento de Jesús sanar los enfermos.

Por eso, quiero terminar ofreciendo una oración de agradecimiento por los que sanan nuestros cuerpos y también nuestras comunidades: los médicos, las enfermeras y todas las personas que trabajan en las oficinas médicas que nos han ayudado a superar esta pandemia. También damos gracia por los investigadores y desarrolladores de vacunas que han hecho que la prevención sea tan simple como llevar una mascarilla o recibir una inyección. Tan sencillo como bañarse en el río.

Damos gracia también por todos los que han asumido otras formas de sanar nuestras comunidades, personas que brindan sanación a través de la educación, el servicio público, y el trabajo de organizar en contra de la injusticia. En el nombre de Cristo, le pedimos a Dios que bendiga y guarde a todos ellos que cumplen este llamado de Jesús en su trabajo diario para sanar el mundo. Amén.

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